La revolución del 25 de Mayo de 1810 implicó un cambio inmediato en
la situación política del Virreinato del Río de la Plata, con la
constitución del Primer Gobierno Patrio. Pero el estado social,
moral, religioso y cultural de la ex colonia no cambió
inmediatamente.
El nuevo estado político (sustituyó al virrey por una junta de
gobierno) originó un nuevo derecho basado en la soberanía del
pueblo y renovó la estructura social del país, generando nuevos
ideales que poco a poco llevaron a un cambio en el orden cultural e
hicieron sentir, a la minoría ilustrada dirigente de la Revolución,
la necesidad de una nueva concepción educativa, adaptada a las
características de la novel organización política, a la educación
se le impuso una nueva finalidad: formar la conciencia ciudadana.
Belgrano, en el Reglamento que dictara para las escuelas que fundó
en el Norte, expresaba al referir se a los maestros que: debe
preocuparse por inspirar a tu alumnos "……. un espíritu
nacional que haga preferir el bien público al privado y estimar en
más la calidad de americano que la de extranjero".
DIFUSION DE IDEAS EDUCACIONALES
Mariano Moreno reconoció la necesidad que de la educación tenía el
nuevo orden político establecido por la Revolución. "Si los
pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada
hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que debe, nuevas
ilusiones sucederán a las antiguas y después dé vacilar algún
tiempo entré mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar
de tiranos, sin destruir la tiranía".
Para asegurar la conservación del nuevo régimen se hacía
indispensable formar la conciencia del pueblo, ilustrándolo mediante
una intensa acción educacional, que no debía circunscribirse al
terreno meramente escolar. Tan importante como la educación escolar
era la obra educativa del libro y del periodismo. Por eso fundó la
Biblioteca Pública, "uno de los signos de la ilustración de
los pueblos y el medio más seguro para su conservación y fomento".
Publicó una reimpresión de El contrato social, "catecismo de
los pueblos libres", con el fin de ilustrar a los hombres sobre
sus intereses y derechos; y, consciente del derecho del pueblo de
conocer la conducta de sus representantes, creó La Gaceta de Buenos
Aires, cuyas columnas utilizó para "dar acceso a la verdad y a
la introducción de las luces y de la ilustración", con el
propósito de formar e informar al pueblo.
El padre Fray Francisco de Paula Castañeda fue un verdadero apóstol
de la educación popular.Con toda crudeza afirmó que "en los
años que llevamos de Revolución no hemos hecho cosa buena",
pues, para él, los triunfos de las armas patriotas eran efímeros
porque, no habiéndose resuelto el problema educativo, lo único que
hacían era "sepultar en la ignorancia a las generaciones
venideras". Para Castañeda, de la instrucción de los niños y
de los jóvenes dependía no sólo el restablecimiento y desarrollo
del comercio, de la industria y de las artes, sino la misma
constitución política del país. La república nunca conseguiría
la estabilidad de sus Instituciones a menos que, desde la infancia,
se enseñara a observar fielmente cuanto tendiera al bien y utilidad
del Estado. Sólo por medio de la educación sería posible llegar a
formar en los ciudadanos una "segunda naturaleza o virtud
nacional". Sostenía que para que las leyes resultasen eficaces
debían ser precedidas por una buena educació , ya que"... las
leyes por sí solas no pueden contener la disolución de las
costumbres cuando llega a hacerse general; no pueden reglar las
necesidades de los pueblos, ni su modo de vivir: las leyes no pueden
obligar a que nos privemos de aquellas superfluidades que la moda,
más poderosa que las leyes todas, ha introducido por uso general, y
ha erigido en necesidades ficticias de la vida". Pero todo lo
que no pueden las leyes, lo puede la educación. Su plan de estudios
debía ser amplio e incluir enseñanzas complementarias con
informaciones científicas y prácticas, con agregados estéticos
(música, baile) y de ejercitación física (natación, equitación).
"Los artefactos de todo género —decía el franciscano—
también deben entrar en el plan de educación". Aunque las
ideas del padre Castañeda no fueron coronadas por el éxito, su
prédica contribuyó indiscutiblemente a difundir la convicción de
que era necesaria la ilustración popular.
LA OBRA EDUCACIONAL DE LOS PRIMEROS GOBIERNOS PATRIOS
"Venid que de gracia se os da el néctar agradable y el licor
divino de la sabiduría". Esta leyenda, que Belgrano mandó
inscribir en el escudo de las escuelas que fundara en el Norte de la
república, evidencia el elevado concepto que los hombres de la época
revolucionaria tuvieron de la educación elemental. De la época
revolucionaria queda, como un ideal la supresión , de los castigos
corporales, que no pudo convertirse en realidad porque el espíritu
reaccionario de los preceptores les impedía comprender que el cambio
político debía influir en la educación manifestándose en un nuevo
sistema disciplinario. De ahí que todas las disposiciones
gubernativas fueran, en la realidad, letra muerta.
Hasta 1817, a pesar de los pocos medios disponibles debido a la
situación político-económica, la enseñanza elemental tuvo algún
desarrollo: Buenos Aires contó con siete escuelas fiscales de
primeras letras y a la de Luján —la única que existía en la
campaña en 1810— se habían agregado las de Morón, San Isidro,
San José de Flores, San Fernando, Chascomús y Ensenada de Barragán.
Este desarrollo de la educación elemental hizo pensar en la
conveniencia de unificar el gobierno de las escuelas de la ciudad y
de la campaña. Para ello, el Cabildo de Buenos Aires resolvió, el
31 de octubre de 1817, crear el cargo de Director General de
Escuelas, para el cual designó al canónigo Saturnino Segurola.
Fuente:
Solari, M.H. (1991)Historia de la Educacion Argentina. Buenos Aires.
Argentina. Editorial Paidos. Pags.40-57. Disponible en
http://www.ateneodelainfancia.org.ar/uploads/55418580_Historia_de_La_Educacion_Argentina.pdf